jueves, 18 de noviembre de 2010

El evolucionismo y la doctrina de la Iglesia

Se señala lo expresado en el Magisterio de dos papas contemporáneos:
El papa Juan Pablo II intervino en diversas ocasiones recordando la verdad del Dios Creador, del hombre como imagen y semejanza de Dios en Cristo y de la naturaleza como el hogar en el que el Creador ha colocado a la persona humana. Aboga por una «ecología moral», de respeto al hombre y a la naturaleza. No son incompatibles el evolucionismo «abierto» y la creación como obra de la Trinidad.
Por su parte, Benedicto XVI viene recordando con fuerza: que «no somos el producto casual y sin sentido de la evolución». Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario[1].
El Magisterio de la Iglesia no prohíbe que –según el estado actual de las ciencias y de la teología- en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente –pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios-. Si es cierto que la zubiriana «psique intelectiva» no se identifica sin más con «alma humana», esta última habrá de inscribirse en ella para configurar a los somático prehumano que gozará, a los sumo, de lo que Aristóteles denominó «alma sensitiva»[2].


[1]Cfr. Raúl berzosa martinez, o.c., pp. 80-81.
[2] Cfr. José Luis caballero bono, «el origen del hombre. Contexto y vigencia de un viejo articulo de Zubiri», en revista de investigación e información filosófica, vol. 57/ 219, septiembre-diciembre (2001), Madrid, pp. 424-425.

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